domingo, 29 de septiembre de 2013

Termes versus Váquez Montalbán


¿Pacto social o engaño?
 Debate sobre el estado de bienestar  

(...)El Estado de bienestar, tal como se ha concebido y aplicado, ha sido perjudicial, y no solamente por la quiebra económica a que conduce. Con ser esto malo, a mi juicio, no es lo peor. Lo peor del Estado de bienestar es el daño que ha hecho a la mentalidad de los hombres de nuestro siglo. El Estado ciertamente debe proteger las situaciones de indigencia y, en ejercicio de su función subsidiaria, extenderla a los contados casos que la sociedad no puede atender. El error del Estado de bienestar es haber querido que esta protección se universalizara, alcanzando al inmenso número de aquellos que, sin necesidades perentorias, debían haber sido puestos a prueba para que dieran los frutos de que la iniciativa individual es capaz; en lugar de ello, generaciones enteras han sido adormecidas por el exceso de seguridad con cargo al Presupuesto y, lo que es peor, en detrimento de las unidades productivas de riqueza, que, de esta forma, se sienten desincentivadas. El resultado es que, nuestros contemporáneos, acostumbrados a tener cubiertas, sin esfuerzo, todas sus necesidades básicas, desde la cuna hasta la tumba, han perdido el amor al riesgo y a la aventura, creadora de riqueza. Preso de una paralizante excesiva seguridad, el hombre de hoy se desinteresa progresivamente de su contribución al desarrollo de la sociedad, lo que conduce a instituciones cada vez más ineficaces y anquilosadas. En esta situación, lo único que subsiste es la ambición por el enriquecimiento rápido y sin esfuerzo, fomentando la corrupción y el empleo de toda clase de artes torcidas para lograrlo. El Estado de bienestar, en manos de políticos que buscan sus propios objetivos de perpetuación en el poder, produce efectos contrarios a los que dice perseguir. El seguro de desempleo amplio y duradero produce más paro; la ayuda a los marginados produce más marginación; los programas contra la pobreza producen más pobres; la protección a las madres solteras y a las mujeres abandonadas multiplica el número de madres solteras y el número de hogares monoparentales... (..) Pero ésta no es la cuestión; la cuestión es que la tercera razón por la que estoy en contra del actual Estado de bienestar es que, grande o pequeña, financiada o no por el Presupuesto, la protección social dará mejores resultados si se presta privadamente. Obsérvese que, ante la mayor eficacia del sector privado, no se trata de intentar hacer más eficaz al sector público, aplicando al mismo sus métodos de gestión. El objetivo del Estado no es emular al sector privado; es simplemente servirle en el ejercicio de las escasas funciones que le son propias, para lo cual basta que sea de tamaño reducido, esté sometido a derecho, y su administración, bajo el control de la intervención. En resumen, el actual Estado de bienestar no es un pacto social, sino un engaño; sus resultados son contraproducentes, y puede lograrse mejor protección social por medios privados. Aun prescindiendo -que no se puede prescindir- del riesgo de quiebra del Estado que el sistema entraña, estoy en contra del Estado de bienestar tal como es entendido y practicado en Europa.
Quien así se expresaba era Rafael Termes, banquero, aunque en El País firmaba como profesor del IESE y académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas) y hace la frilolera de 19 años. artículo completo)  El País, lunes 28 de Noviembre de 1.994
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La Revolución

Me asalta una entrevista radiofónica concedida por don Rafael Termes, ex jefe de los banqueros españoles, en la que expone su ideario liberal duro. El señor Termes cree que el Estado ha de ser insignificante, ha de perder adjetivos sustanciales como bienestar, asistencial, incluso social. Privatizaciones, minimización de las seguridades sociales, satelización de los sindicatos, santo decálogo en boca de un hombre que por su edad ya no tiene demasiadas batallas personales que ganar o perder y puede decir sin tapujos lo que sus colegas y correligionarios callan o dosifican prudentemente. La revolución conservadora está en marcha y tiene cogido al Gobierno del PP por los congojos. La capacidad de autonomía política gubernamental no sólo está condicionada por las facturas que pagar durante la larga marcha hacia La Moncloa, sino también por el propio proyecto del equipo dirigente, consciente de que ha de seguir los dictados del economicismo liberal que le vienen desde, centros de poder españoles e internacionales, y, entre los españoles, unos cuantos apellidos bancarios.
El desmantelamiento del aparato asistencial español es esperado por los bancos y las compañías aseguradoras con los manteles puestos: en la mano derecha un cuchillo de sierra, en la izquierda el tenedor. Con igual avidez se aguarda el desmantelamiento de los movimientos sociales y de las formaciones políticas que durante dos siglos han construido el discurso de la razón emancipatoria.
Ya no les importa destruir un ecosistema social integrador elaborado en parte por un capitalismo obligado a ser menos depredatorio. Esta revolución capitalista quiere llegar al premarxisnio desde el posmarxismo. Pura modernidad. Volver al paraíso perdido del capital impune que a la larga trajo la revuelta social y las expectativas revolucionarias. Ánimo.
Casi 20 años después la polémica toma mucho más sentido
Refael Termes hoy ya fallecido no puede ver como se va cumpliendo la hoja de ruta que dejaba clara en su "libro blanco sobre el papel del estado en la economía española".

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