viernes, 22 de junio de 2018

Rabia Brillante





Iria Bouzas

Es oficial, a mi madre le dan el alta mañana de un hospital gallego con una minusvalía desde hace años de casi el 70% y ahora con dos enfisemas, un hueso de la cadera rota y a la espera de sabe si tiene de nuevo cáncer.
No puede caminar. No puede ir al baño sola y no se puede alimentar por sí misma.
A falta de plazas en las residencias públicas, los trabajadores sociales nos han dado una idea que, por más años que llevo estudiando y formándome, jamás se me hubiera ocurrido a mí solita: ¡Qué vaya a una residencia privada!
¿La dependencia? Con un poco de suerte en un porrón de meses le dirán algo. Y con un poco más de suerte, habrá cobrado algo antes de morirse.
Pero no nos vayamos a quejar, que el Estado de Bienestar este tan maravilloso que hemos construido no iba a dejar tirada a mi pobre madre. Quejarse sería una indecencia cuando todos los meses le asignan para que salga adelante 366 eurazos del vellón. ¡Así, a lo loco!
366 euros de mierda que ahora mismo, por más falta que nos hagan, se los metería gustosa por cierta parte que mi educación no me permite nombrar, a cualquiera de los responsables de dejar en la cuneta a mi familia y a tantas familias como la mía.
Pues nada, mi tierra Galicia, me obligó a irme hace quince años para poder comer y para garantizar que los míos pudiesen hacerlo. y ahora, tras quince años en Madrid llorando desgarrada por estar lejos de mi casa, después de hipotecar parte de mi vida para salir adelante, me avisan de que que mi madre requiere unos cuidados que cuestan más que mis propios ingresos mensuales.
Llevo una hora sentada en el suelo llorando. Mi primera reacción cuando me duele es llorar. Lo hago desde muy pequeña y aunque suene como algo de locos, lo hago a propósito.
Llorar es muy sano, permite sacar la tristeza y dejar el cerebro limpio para que pueda empezar a pensar con frialdad.
Mientras lloraba, durante unos minutos he intentado ponerme en la cabeza de los que nos gobiernan, y me da la desagradable sensación de que me he acercado mucho a lo que les pasa por las cabezas.
¿Qué más les da a ellos el sufrimiento de las personas a las que gobiernan? Viven en en sus burbujas elitistas y, así como el Anillo corrompió a Gollum hasta convertirlo en un ser abyecto y miserable, el poder les ha producido a ellos el mismo efecto sobre su humanidad.
Círculos de poder, entornos de bienestar donde el neoliberalismo se ha convertido en su única religión porque les permite seguir haciendo lo que hacen sin que sus conciencias les conviertan inmediatamente en cenizas.
Una vez que han conseguido apagar cualquier resto de decencia moral, el resto es sencillo. Aquellos a los que el sistema debería sostener y cuidar son machacados sistemáticamente. Una vez maltratados, heridos y débiles se quedan sobreviviendo en una esquina de la sociedad sin molestarles para que ellos, puedan seguir dedicándose a lo que se dedican y viendo lo que ven, sin que sus ácidos estomacales los maten en un ataque de asco ético.
¿Qué va a hacer mi madre enferma y vulnerable? ¿Salir a la calle a protestar sentada en una silla de ruedas y cargando una bombona de oxígeno? No, simplemente me ha pedido con un hilo de voz que, en cuanto lo sepa, le diga “qué vamos a hacer con ella”.
Mientras yo estaba llorando sentada en el suelo hace un rato. Mientras mi madre lloraba echada en la cama del hospital. Mientras cientos de miles de personas en este país han llorado a lo largo del día de hoy, ¿qué estaban haciendo ellos?
Yo se lo digo, estaban jugando a la sucesión en el PP. Saliendo ufanos en los programas de la televisión, sonriéndose los unos a los otros en los pasillos del Congreso, de los Parlamentos o haciendo propuestas estúpidas en los Plenos y comisiones de muchos ayuntamientos. Estaban disfrutando de ser la parte de la sociedad que se siente a salvo de la miseria y la desgracia.
Mientras otros lloran sangre, ellos destilan autocomplacencia y es curioso pensar que se sientan tan a salvo de la miseria cuando la tienen incrustada hasta en la última célula de sus cuerpos y hace tiempo que les ha corrompido el alma.
Yo tengo un problema desde siempre. Lloro muy poco. He aprendido a hacerlo de forma terapéutica porque sé que lo necesito para no anclarme en la pena pero lo hago en dosis mínimas.
Durante un rato, sentada en el suelo, he llorado y me he compadecido de mi mala suerte. Lo he hecho el tiempo justo para darme un poco de cariño y dejar salir mi dolor y mis emociones. A medida que salían las lágrimas, sentía como mi cabeza se liberaba y mi cerebro iba pensando cada vez con una calma mayor.
A medida que mi cerebro comenzaba a funcionar a su ritmo habitual, la rabia aumentaba progresivamente. Pero lo curioso, es que esta es una rabia diferente a todas las que he sentido a lo largo de mi vida.
La rabia que me ha invadido siempre era roja y la sentía caliente. Era esa rabia que a los poderosos tanto les gusta, la que a la mayoría de la gente le hace perder el control y a ellos les carga de más argumentos para seguir jodiéndonos la vida.
No sé si será por la edad, por la experiencia o porque de verdad todos en la vida tenemos un fin, pero esta rabia es diferente. Es una rabia blanca brillante y fría, muy pero que muy fría.
Me he levantado del suelo, he cogido el portátil y me he puesto a escribir este artículo. He sabido que este era el primer paso imprescindible de lo que tengo que hacer.
Aún no tengo muy claro el plan. Pero tengan por segura una cosa, por mí no debe sentir pena nadie.
En todo caso, algunos deberían empezar a sentir escalofríos.
Supongo que a algún que otro miserable gobernante le saldría una sonrisa paternalista y despreciativa si leyese este artículo. No pasa nada. Siguiendo con la analogía del Señor de los Anillos, Frodo también era un personaje pequeñito y vulnerable pero a lo largo del viaje fue conociendo más y más amigos al lado de los que luchar….y el final de la historia ya lo conocen ustedes.
Yo sola no voy a cambiar las cosas. ¿Pero quién les ha dicho a ustedes que yo estoy sola?
Sigan riendo poderosos, y que tengan mucha suerte,  ¡Seguro que la van a necesitar!

Comparto este artículo de Iria Bouzas, aparecido en Contraiformación, porque considero que, además de "abrir las carnes", abre la mente. 

9 comentarios:

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  3. Hola.
    Esto es algo que, por desgracia, lo veo muy a menudo en estos últimos años.

    Pero, a nivel de ciudadano, ¿qué decir? ¿Qué hacer? Impotencia.
    Impotencia pero no de quienes han destrozado este país, sino de quienes una y otra vez les han seguido votando aun viendo la maldad de esos individuos.

    Esos delincuentes, esas bandas de criminales que han destrozado este país haciéndose pasar por políticos, han hecho lo único que saben, cometer el crimen. No saben vivir de otra manera. Pero ellos no son el problema...

    Y mil veces me pregunto: Se llega aprender la lección...?

    Tal vez esto que digo parece cruel, pero yo creo que es más cruel el que se siga votando a unas bandas de criminales que tienen entre ceja y ceja destrozar un país. Y no vale la excusa... ¡Es que me parecían tan buena gente...!

    Eran bandas de criminales. Y todos lo sabíamos.

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    1. El votar. Cuando hay elecciones, si tiene derecho a ello, usted vota o no vota. Y se acabó, ya no hay ninguna diferencia entre el que voto y el que no.

      Puede votar si planta pepinos o berengenas, si usted prefiere tomates y no coloca su opción olvidese de los tomates. Pero en cualquier caso votando no se va a cultivar nada, las cosas hay que hacerlas.

      Saludos

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  4. Claro que sí Juande, cualquiera que tengo un abuelo al lado, se topa con esta realidad. Parece que no hay salida.
    Un saludo.

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  5. Normalmente cada uno nos ocupamos de nuestras cosas, ¿Quien decide que otro se ocupa de nuestras cosas? Siempre he alucinado con estas altas... no se si necesitan un "vecino firmante" a quien transferir la responsabilidad.
    Imaginemos el caso siendo el paciente indigente: ¿Le dan el alta y lo envian a su casa en ambulancia? Aunque firme un vecino de puente.

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  6. Si sale por su pie, se vuelve a la calle. Una vez estando en urgencias había un paciente y le preguntaron donde vivía a lo que respondió: "soy transeúnte", que es un eufemismo por homeless. Así que con el alta, a la calle de nuevo, supongo.
    Si no se vale por si mismo, llaman a asuntos sociales y le buscan una residencia.

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    1. Sería de suponer que a los que pagaron el seguro también se lo hiciesen.

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