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martes, 1 de octubre de 2013

Rafael Termes, su vida y "La Obra"



Se está culminando el sueño de un hombre,  Rafael Termes, banquero que ejerció de apóstol neoliberal con evangelio incluido: El "Libro Blanco sobre el papel del Estado en la Economía Española", poco a poco su doctrina fue penetrando entre los círculos del poder político y económico, como lo hizo el cristianismo en la sociedad del Imperio Romano.
En ambos partidos que nos gobiernan desde la transición tuvo numerosos diáconos, el mismo Solbes, que participó en el acto académico 'in memoriam' del profesor del IESE de la Universidad de Navarra y definió al profesor Termes como "un economista tamizador y predicador del ahorro, en contra de los excesos del Estado y del gasto público". En su intervención recalcó que tildarle de liberal conservador "es una simplificación absurda, ya que su actividad profesional fue más rica y diversa". En ese sentido, destacó de él "la actitud modernizante ante el sistema bancario, favorable a la ordenación y a la apertura del sistema a la competencia".
 José Luis Leal, en el mismo acto,  explicó la función de Rafael Termes en la banca, desde su actividad como presidente de la Asociación Española de Banca Privada. "Tuvo un papel protagonista en la evolución del sistema financiero español, como actor y académico", expresó. También hizo mención al pensamiento liberal de Rafael Termes, recordando "su empeño en convertir las empresas financieras en entidades eficientes dentro del servicio que prestan a la sociedad y a sus socios. Además, la adhesión a la UE y al euro han supuesto un avance por las sendas del liberalismo económico y en este recorrido, él ha tenido un papel crucial".
(http://www.unav.es/noticias/021205-06.html)

"Empezando por la enseñanza, habría que privatizar todos los centros de educación, primaria, secundaria, profesional y universitaria y, en los casos en que no resulte, por el momento, posible, hay que desenchufar los centros estatales de los presupuestos del Estado, dotándoles de autonomía de gestión, así como suprimir todas las subvenciones a los llamados centros concertados, de forma que unos y otros, con las tasas o matrículas necesarias para cubrir sus respectivos costes, compitieran en eficacia, calidad y precio, a fin de que los padres o los propios alumnos pudieran elegir el Centro que más les convenza....
 Aunque el sistema descrito es sustancialmente aplicable a todas las otras áreas del bienestar, pasemos a la asistencia sanitaria, donde para mejorar una eficiencia que hoy está por los suelos, es indispensable, también, aumentar la competencia entre todos los prestadores de servicios para la salud, sean centros hospitalarios, sean oficinas de farmacia, sean, en su caso, compañías aseguradoras del coste de estos servicios, llegado el momento de su utilización por parte de los usuarios finales. Veamos, brevemente y a título de ejemplo, lo que cabe hacer con los actuales hospitales públicos. Estas instituciones pueden ser vendidas o, en su caso, cedidas por el Estado a grupos privados, quienes previo pago de un canon al Estado por dicha cesión, facturarían a las Compañías Aseguradoras, o Mutuas, los gastos incurridos por sus afiliados. Estas Compañías captarían sus clientes entre los que quisieran «desengancharse» de la Seguridad Social dejando de cotizar la parte correspondiente a sanidad. Naturalmente que para admitir la deducción de cuotas habría que demostrar la existencia de póliza de cobertura privada, ya que el Estado no puede permitir que, por falta de la misma, recayera sobre él la subsidiaria función asistencial.
En la línea de la protección a los que no dispongan de medios para afiliarse a una Mutua, o hacerse su propio seguro de asistencia sanitaria, el Estado, en su papel subsidiario,en el que según se ve no ceso de insistir, proporcionaría, como en el caso de la enseñanza, bonos sanitarios para ser gastados en el centro médico que cada uno eligiera.

Pero es en el campo de las pensiones de jubilación donde quizá mejor se ve lo que estoy propugnando. El actual sistema español de pensiones, público y de reparto, exige su reconversión para hacerlo privado y de capitalización. Las razones de esta afirmación son obvias. El sistema vigente es, en primer lugar, injusto porque la pensión del jubilado de ayer la pagan los trabajadores de hoy, trasladándose así la carga hacia las generaciones futuras que no saben si, cuando llegue la hora de su jubilación, habrá alguien que pague sus pensiones. Porque el sistema, además de injusto, es ineficiente; tiende a la quiebra. Cuando había cuatro trabajadores por jubilado, el sistema sin dejar de ser injusto, funcionaba; pero, a medida que la población envejece y el paro aumenta, va disminuyendo la base en que se apoya el invento. Cuando se llegue, ya estamos cerca, a que no haya ni un trabajador por jubilado, ¿cómo vamos a pagar las pensiones? Por esto el sistema, más pronto o más tarde, inexorablemente quebrará. Todos los estudios lo confirman y el propio Pacto de Toledo, artimaña política para mantener el sistema público y de reparto, lo reconoce cuando, para asegurar el pago de las pensiones en el futuro, no encuentra otra solución, en forma más o menos disimulada, que reducirlas.

De esta forma, gracias a la mayor eficiencia del régimen de mercado, con el mismo ahorro se obtendrían pensiones mayores de las que ahora promete la Seguridad Social y, andando el tiempo, no podrá pagar, porque, como los cálculos imparciales demuestran, el sistema quebrará. Los políticos, del partido que sea, no quieren hablar de ello, porque piensan que les quita votos, pero de hecho es imposible mantener nuestro sistema público de pensiones ...
Es cierto que, al día de hoy, la virtud moral de la solidaridad, que supone sacrificio y esfuerzo personal, aparece dañada por los efectos deletéreos de la solidaridad organizada por el Estado, con cargo al presupuesto, porque las conciencias se sienten tranquilizadas, ya que -piensan los ciudadanos- para ocuparse de los otros ya está el Estado, que para esto nos quita el dinero con los impuestos. Pero, a pesar de ello, todos podemos observar la resencia y hasta el auge de tantas organizaciones no gubernamentales, que es un nombre moderno para designar el antiguo y permanente fenómeno del voluntariado social.

Curso de Verano organizado por la Fundación Independiente y la Fundación General de la Universidad Complutense de Madrid
El Escorial (Madrid), 11/15 agosto de 1997
Separata del número extraordinario de "Cuadernos de Sociedad". 8ª Conferencia

(http://www.liberalismo.org/articulo/9/13/estado/bienestar/sociedad/bienestar/)

Termes, banquero, profesor y  cofundador del IESE, presidente de la patronal bancaria, teórico de la jibarización del Estado, según el obituario de la página web del Opus Dei conoció a San Josemaría en   Barcelona el 31 de marzo de 1940." Esa misma tarde, como él relataría y recoge Jhon F. Coverdale en el estudio "La Fundación del Opus Dei", conversó con el Fundador acerca de su posible incorporación a la Obra y "disipadas mis dudas por la seguridad y confianza que me inspiraban las palabras y la persona de nuestro Padre, pedí la admisión en la Obra”. "Termes -comenta Coverdale-, que más tarde sería un prestigioso banquero, fue la primera persona que pidió la admisión en la Obra en Barcelona 
( http://www.opusdei.es/art.php?p=10825)

Aunaba sus discursos económicos con los religiosos. tanto impartía  una conferencia  como la que pronunció en el Instituto Internacional San Telmo de Sevilla titulada "la libertad de enseñanza en el Beato Jose María Escrivá de Balaguer en el 2002", como escribía un alegato contra Hans Kung manifestando que no era catolico ya que "no obedece" al magisterio y porque se esconde cuando el Vaticano lo llamo a declarar por sus errores doctrinales .

La decisión de Escrivá de construir una gran casa en Roma como sede central de la Obra y la necesidad de hacer llegar hasta allí los fondos que los miembros del Opus recaudaban para la causa, es, según Alberto Moncada, autor de Historia oral del Opus Dei, el desencadenante de la entrada de la institución religiosa en el mundo de las finanzas, primero con la creación de Crédit Andorrá -en la que participó Rafael Termes- y posteriormente con la entrada en el Banco Popular.

La influencia de su pensamiento en las élites lo recoge en la página web el Acton Institute, un think tank estadounidense de tinte consevador.
As a scholar, a researcher, a businessman, and a professor, Rafael Termes had a tremendous influence on the economic thinking in Spain.
(http://www.acton.org/pub/religion-liberty/volume-16-number-1/rafael-termes )
Ya en 1992 solicitaba "una urgente privatizacion masiva del sector público" como solución al la crisis esconómica.

¡Qué querencia tienen los banqueros hacia el Opus Dei¡. Fainé también pertenece a La Obra.

Una entrevista:
http://personales.unican.es/sanchezb/web/entrevista_a_rafael_termes.htm
 
Enlaces relacionados:
http://www.angelesgarciaportela.com/2013/06/el-libro-blanco-para-una-espana-en-negro.html

domingo, 29 de septiembre de 2013

Termes versus Váquez Montalbán


¿Pacto social o engaño?
 Debate sobre el estado de bienestar  

(...)El Estado de bienestar, tal como se ha concebido y aplicado, ha sido perjudicial, y no solamente por la quiebra económica a que conduce. Con ser esto malo, a mi juicio, no es lo peor. Lo peor del Estado de bienestar es el daño que ha hecho a la mentalidad de los hombres de nuestro siglo. El Estado ciertamente debe proteger las situaciones de indigencia y, en ejercicio de su función subsidiaria, extenderla a los contados casos que la sociedad no puede atender. El error del Estado de bienestar es haber querido que esta protección se universalizara, alcanzando al inmenso número de aquellos que, sin necesidades perentorias, debían haber sido puestos a prueba para que dieran los frutos de que la iniciativa individual es capaz; en lugar de ello, generaciones enteras han sido adormecidas por el exceso de seguridad con cargo al Presupuesto y, lo que es peor, en detrimento de las unidades productivas de riqueza, que, de esta forma, se sienten desincentivadas. El resultado es que, nuestros contemporáneos, acostumbrados a tener cubiertas, sin esfuerzo, todas sus necesidades básicas, desde la cuna hasta la tumba, han perdido el amor al riesgo y a la aventura, creadora de riqueza. Preso de una paralizante excesiva seguridad, el hombre de hoy se desinteresa progresivamente de su contribución al desarrollo de la sociedad, lo que conduce a instituciones cada vez más ineficaces y anquilosadas. En esta situación, lo único que subsiste es la ambición por el enriquecimiento rápido y sin esfuerzo, fomentando la corrupción y el empleo de toda clase de artes torcidas para lograrlo. El Estado de bienestar, en manos de políticos que buscan sus propios objetivos de perpetuación en el poder, produce efectos contrarios a los que dice perseguir. El seguro de desempleo amplio y duradero produce más paro; la ayuda a los marginados produce más marginación; los programas contra la pobreza producen más pobres; la protección a las madres solteras y a las mujeres abandonadas multiplica el número de madres solteras y el número de hogares monoparentales... (..) Pero ésta no es la cuestión; la cuestión es que la tercera razón por la que estoy en contra del actual Estado de bienestar es que, grande o pequeña, financiada o no por el Presupuesto, la protección social dará mejores resultados si se presta privadamente. Obsérvese que, ante la mayor eficacia del sector privado, no se trata de intentar hacer más eficaz al sector público, aplicando al mismo sus métodos de gestión. El objetivo del Estado no es emular al sector privado; es simplemente servirle en el ejercicio de las escasas funciones que le son propias, para lo cual basta que sea de tamaño reducido, esté sometido a derecho, y su administración, bajo el control de la intervención. En resumen, el actual Estado de bienestar no es un pacto social, sino un engaño; sus resultados son contraproducentes, y puede lograrse mejor protección social por medios privados. Aun prescindiendo -que no se puede prescindir- del riesgo de quiebra del Estado que el sistema entraña, estoy en contra del Estado de bienestar tal como es entendido y practicado en Europa.
Quien así se expresaba era Rafael Termes, banquero, aunque en El País firmaba como profesor del IESE y académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas) y hace la frilolera de 19 años. artículo completo)  El País, lunes 28 de Noviembre de 1.994
                                                                     ------------------
La Revolución

Me asalta una entrevista radiofónica concedida por don Rafael Termes, ex jefe de los banqueros españoles, en la que expone su ideario liberal duro. El señor Termes cree que el Estado ha de ser insignificante, ha de perder adjetivos sustanciales como bienestar, asistencial, incluso social. Privatizaciones, minimización de las seguridades sociales, satelización de los sindicatos, santo decálogo en boca de un hombre que por su edad ya no tiene demasiadas batallas personales que ganar o perder y puede decir sin tapujos lo que sus colegas y correligionarios callan o dosifican prudentemente. La revolución conservadora está en marcha y tiene cogido al Gobierno del PP por los congojos. La capacidad de autonomía política gubernamental no sólo está condicionada por las facturas que pagar durante la larga marcha hacia La Moncloa, sino también por el propio proyecto del equipo dirigente, consciente de que ha de seguir los dictados del economicismo liberal que le vienen desde, centros de poder españoles e internacionales, y, entre los españoles, unos cuantos apellidos bancarios.
El desmantelamiento del aparato asistencial español es esperado por los bancos y las compañías aseguradoras con los manteles puestos: en la mano derecha un cuchillo de sierra, en la izquierda el tenedor. Con igual avidez se aguarda el desmantelamiento de los movimientos sociales y de las formaciones políticas que durante dos siglos han construido el discurso de la razón emancipatoria.
Ya no les importa destruir un ecosistema social integrador elaborado en parte por un capitalismo obligado a ser menos depredatorio. Esta revolución capitalista quiere llegar al premarxisnio desde el posmarxismo. Pura modernidad. Volver al paraíso perdido del capital impune que a la larga trajo la revuelta social y las expectativas revolucionarias. Ánimo.
Casi 20 años después la polémica toma mucho más sentido
Refael Termes hoy ya fallecido no puede ver como se va cumpliendo la hoja de ruta que dejaba clara en su "libro blanco sobre el papel del estado en la economía española".

martes, 4 de octubre de 2011

Cerebros privatizados

Reconozco que de un tiempo a esta parte leo la prensa para ver lo que no dice y no, lo que dice, hasta "El País" ya reconoce en sus blogs que crean opinión. Yo no quiero que me creen una opinión, aspiro a contrastar opiniones y ya estoy harta de los manifiestos de los hijos de FEDEA, los legionarios del IBEX y los niños del maíz de las escuelas de negocios. Pero de vez en cuando, en medio del lodo aparece un nenúfar, y me pongo lírica, porque hacía tiempo que no encontraba un artículo tan gratificante, tan pronto lo empiezas a leer te das cuenta que está escrito por un maestro, por un sabio y no por un vulgar experto. Lo considero de imprescindible lectura: Fuente: http://www.elpais.com/articulo/opinion/Quien/privatiza/politicos/elpepuopi/20111004elpepiopi_12/Tes

¿Quien privatiza a los políticos? - Emilio Lledó

La defensa de lo público hace vivir la democracia. Hay, por supuesto, opiniones en contra que parecen apoyarse en ese latiguillo de la libertad individual para fomentar la riqueza; de la libertad de emprender, de crear, que se oculta bajo la oscurecida palabra de liberalismo. No se puede negar la importancia de los llamados bienes de consumo que, al parecer, la economía y los economistas administran. Pero el verdadero sustento de la sociedad, de la vida colectiva tan importante como la vida de la naturaleza, es la educación, la cultura, la ética. Ellas son las verdaderas generadoras de riqueza ideal, moral y material.

La democracia, que nació como lucha hacia la igualdad por medio de la reflexión sobre las palabras y por el establecimiento de unos ideales de justicia y verdad, no puede rendirse a las privatizaciones mentales de paradójicos libertadores. Sin embargo, apenas se insiste en el hecho de que la crisis que padecemos es una crisis que tantos competentes expertos, siguiendo el principio de la libertad y la competitividad, no han sabido evitar, ni tampoco las diversas burbujas -sobre todo las propias burbujas mentales- que inflaban y aireaban. Burbujas que, parece ser, les han permitido construir sin que nadie les pida responsabilidades por sus liberadas y productivas ganancias.

No es, sin embargo, una discusión sobre problemas económicos, cuyos entresijos y burbujeos desconocemos, a lo que voy a referirme, aunque haya siempre un principio de honradez y verdad en el que, seguro, todos nos entenderíamos. Aludiré únicamente a una de esas frases vacías que hincha las palabras de ciertas oligarquías. Desde hace años, de nuevo en estos días, como manifestación del menosprecio por la enseñanza pública y por sus profesores, se habla de la libertad de los padres para elegir el centro en el que educar a sus hijos. Esa defensa libertaria no tiene que ver con el deseo de que se practique en la educación una verdadera libertad: la libertad de entender, de pensar, de interpretar, de desfanatizar, de sentir. Libertad que, por encima de todas las sectas, debería fomentar la combatida Educación para la Ciudadanía y la identidad democrática. Una libertad que enseñase algo más que la obsesión por el dinero y por el solapado cultivo de la avaricia. A lo mejor, esa educación les obligaba a dimitir a algunos personajes de la vida pública, por vergüenza del engaño que arrastran y contaminan. Mejor dicho: haría imposible que se dieran semejantes individuos.

Ese sermoneo se funda sobre todo en el fomento de la privatización de la enseñanza que alimenta el dinero y la desigualdad. ¿Pueden gozar de esa libertad todos los padres? ¿También los de los barrios más modestos de las grandes ciudades? ¿Pueden ser libres para mandar a sus hijos a esos colegios privados? Centros que proliferan por nuestro país y que apenas pueden compararse, a pesar de sus supuestas y publicitadas excelencias, con cualquier colegio o instituto público de Francia o Alemania. Por lo visto los padres franceses o alemanes ni siquiera se han planteado esa posible libertad que, lógicamente, no necesitan. En ese mismo derrotero andan algunas universidades, que anuncian sus excelencias pregonando que "los alumnos encontrarán las profesiones que les permitirán colocarse rápidamente en la empresa". ¡Magnífico ideario para fomentar la vida universitaria, la pasión por el saber, el crear, el innovar! En el fondo, toda esa propaganda libertaria es fruto de planteamientos políticos, de dominio ideológico, de sustanciosos prejuicios clasistas, que con doble o triple moral predican libertad, cuando lo que realmente les importa, aunque quieran engañarse y engañarnos, es el dinero. Solo por medio de una ideología de la decencia, de la justicia, de la lucha por la igualdad, tan problemática siempre, puede alzarse el sistema educativo de nuestro país, de todos los países. No puedo por menos de citar un texto de Giner de los Ríos, entre muchos de los que podrían citarse del olvidado precursor: "El dogmatismo, el dominio sectario sobre los espíritus, el afán de proselitismo doctrinal, tantas otras formas de opresión y de coacción muestran cómo esa tutela se corrompe, y en vez de disponer gradualmente al hombre para su emancipación procura disponerlo para perpetuar su servidumbre".

En este punto tendríamos que preguntarnos: ¿Quién privatiza a los políticos? ¿Qué palabras huecas, convertidas en grumos pegajosos aplastan los cerebros de los que van a administrar lo público, o sea lo de todos, si la corrupción mental ha comenzado por deteriorar esas neuronas que fluyen siempre hacia la ganancia privada? No se entiende bien cómo a esos destructores de la idea de lo público les votan aquellos que perderían lo poco que tienen en manos de tales personajes. A no ser que la mente de esos súbditos haya sido manipulada y, en la miserable sordidez de la propia ignorancia, esperen alguna migaja, algún botón del traje que viste el supuesto partido político que les arrastra.

Habrá, como digo, que ir estudiando las razones que mueven el comportamiento de esos padres de la patria que tienen el deber de organizar, no para su provecho y el de sus amigoides o amigantes, eso que se suele llamar, más o menos acertadamente, el bien común. Un pueblo "maravillosamente dotado para la sabiduría", como decía Machado, y al que hay que dar ejemplo para que no pierda el sentido de la justicia, de la honradez. Es importante conocer en los defensores de la libre empresa, en los apóstoles de la privatización, qué empresa, ideología, fanatismo, les ha privatizado a ellos. Porque se trata de evitar que la patología individual de esos sujetos se convierta en patología, donde se hunde la vida colectiva.

Es un deber de la sociedad investigar y descubrir las razones ocultas de las privatizaciones. Parece que la raíz de todas ellas, con independencia de determinadas claves genéticas, brota también de la educación, de los ideales que, al abrirnos al mundo del saber y la cultura, hayan acertado a enseñarnos aquellos en cuyas manos está alumbrar la inteligencia y la sensibilidad. Las opiniones que se clavan en las neuronas y que determinan la forma de actuar sobre las palabras y sobre aquello a que esas palabras nos empujan, proviene de esos reflejos condicionados que, desde la infancia, han aprisionado nuestra manera de ver e interpretar el mundo.

Podemos intuir que la degeneración intelectual de buena parte de la clase política, y de los llamados emprendedores -los que, por ejemplo, emprendieron la destrucción de nuestras costas-, procede de esos conglomerados ideológicos en los que se mezclan, con la indecencia, alguno de los males a que se ha aludido. ¿Quién privatiza a los políticos? ¿Quién nos devolverá, en el futuro, la vida pública, los bienes públicos, que nos están robando?


Emilio Lledó es filósofo.